«
Sganarelle.- (Con una tabaquera en la mano.)
-[...] Diga lo que quiera Aristóteles y toda la filosofía, no hay cosa alguna que iguale al tabaco; en él cifran su pasión las personas bien nacidas, y quien sin tabaco vive no merecería siquiera vivir. No sólo despeja y alegra el cerebro humano, sino que además ilustra las almas en la virtud, y por medio de su poder llegan los hombres a ser gentes honorables. ¿No advertís cómo, desde que cualquiera se halla en posesión de un poco de tabaco, lo ofrece con corteses modos a cuantos le rodean y lo presenta a diestro y siniestro en todo momento? Ni aún aguarda a que se lo pidan, sino que se anticipa a los deseos de los demás; tan cierto es que el tabaco inspira sentimientos caballerescos y caritativos a cuantos lo usan. -[...]»
(Molière: Don Juan o El convidado de piedra, Madrid, Espasa-Calpe, 1982, )
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